CUANDO VAS A LA IGLESIA
—Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?
Mientras movías los ojos
más de ángel que de niña,
un hoyito picaresco
apareció en tu mejilla.
—Rezo para que los pobres
no sufran el hambre fría
para que tengan vestidos
que la desnudez alivian...
Y yo proseguí insistiendo
en oír tu letanía.
—Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?
—Rezo para que en las guerras
no se maten a porfía,
para que el odio se acabe
y las disputas sombrías
y la paz venga a los hombres
dejando ya las envidias.
Y proseguí insistiendo
en oír tu letanía.
—Mas, cuando vas a la iglesia,
¿por quién rezas, vida mía?
Mi miraron tus ojazos
que el gran secreto encubrían
y una lágrima rodando
por tus mejillas corría.
—¡Rezo para que ese chico
de quien me viste prendida
se me declare rendido
y el amor sea su guía!
¡Rezo para que muy pronto
sea su esposa yo un día!
Y cerrando tus ojazos
que el gran secreto encubrían
rezabas, toda tú absorta,
una larga letanía...
Carlos Etxeba
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