LA FEA
¡FEA! ¡FEA! Me llamaban
los chiquillos en la plaza
cuando era una rapaza
llena de granos y manchas.
¡FEA! ¡FEA! Piensan ahora
sin decirme una palabra
los hombres que se detienen
rehuyendo mis miradas.
¡FEA! ¡FEA! ese es el sino
que está destrozando mi alma,
desangrándome las sienes,
lacerándome en su saña.
Yo también como las guapas
tengo corazón y ganas
de ser amada de un hombre
que satisfaga mis ansias.
Sería dulce y amable,
trabajadora, su esclava
y obedecería muda
sus deseos y palabras.
Sería el rey de mi vida,
tirano de mis entrañas
y de mis senos haría
una blanda y tierna almohada.
De mi cintura las sábanas
y de mis brazos las mantas,
de mis espaldas alfombras,
de mis manos sobrecama.
¡Qué no le daría yo
al hombre que así me amara!
Y tengo que contentarme
con mirar a otras muchas
cogidas de la cintura
de los hombres tan amadas!
Y es que soy fea, tan fea
como cuando era rapaza
y los chiquillos gritaban
desde el centro de la plaza.
¡FEA! ¡FEA! Van pensando
sin decirme una palabras
los hombres que se detienen
rehuyendo mis miradas.
Carlos Etxeba
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