De su hábitat desahuciada cual ave
ermitaña del amor me hallo;
de sus votos despojada cual hermana
clausurada de la ternura me escapo.
Voy tronando un bramido sordo,
borrascosa se encrespa, enmudecida, la tormenta;
rayos y centellas lanzados sobre vivos troncos,
lágrimas y llanto mas la lluvia es seca.
Y la sola alma vase consumiendo...
y su grito es triste e insonoro,
oído no hay para el tormento
pues ni cuerdo ni loco ofrecen su hombro.
Mi alma acuartelada del eterno anhelo,
como la muerte en su presencia estrepitosa,
derramando ennegrecida dolor y desconsuelo,
así, tras la reja del cariño ya mohosa
la sola alma vase consumiendo.
Ana Rodríguez