SONETO
El primer hombre fui, que, por Dios hecho,
le semejé, de todo cifra hermosa;
y, con gratitud al cielo odiosa,
el quererme hacer grande me ha deshecho.
Dominé el mundo, a mi altivez estrecho,
y por comer la fruta venenosa,
de la muerte en la cárcel espantosa,
me viene grande el más pequeño trecho.
Denominéme, de adamá (que tierra
denota), Adán, (que es «hombre»), por tal modo
que he vuelto a mi materia inanimada.
Lo que esta losa hasta mi nombre encierra,
cuando Adán fue pensaba que era todo
y, leído al contrario, ya soy nada.
Miguel de Barrios