LA CADENA DE HUÁSCAR
El amado de las damas,
el valiente Capitán
no quiere amor ni caricias,
que busca inmenso caudal.
En el oro noche y día
piensa y piensa sin cesar,
y en sus mágicas visiones
ve riqueza y nada más.
Solitario, en quietas horas,
abandona la ciudad,
y al pie de mansa laguna
a soñar riquezas va.
Brilla serena la Luna,
duermen las aguas en paz,
y a las cumbres de la sierra
se aleja el viento glacial.
De las aguas cristalinas
asoma un Inca la faz,
y marchando por las ondas
se dirige al Capitán.
Gran cadena de oro arrastra,
viste la borla imperial,
y, en amiga voz, prorrumpe
con serena majestad:
—«Ven, avanza con denuedo,
valeroso Capitán,
y la cadena de Huáscar
en tus manos cogerás».
Ya la planta mueve el Joven,
la cadena toca ya;
mas se sumerge en las aguas,
y en el viento suena un ay.
Manuel González Prada