LA INDIA
I
—«En vano finges y callas:
en tu joven corazón
arde la fiebre del oro,
brota el mal del español».
—«Nunca villana codicia
mi noble pecho aguzó:
pobreza lloran mis padres
en los campos de Aragón».
—«Endulza ya la tristeza
y mitiga tu dolor:
te daré caudal inmenso,
pues te di mi corazón».
—«Y yo la vida y el alma,
hija divina del Sol».
—«¿Juras secreto y prudencia?»
—«Todo juro por mi amor».
—«Heredera de los Incas,
sus tesoros guardo yo.
Tú verás montañas de oro,
tú verás prodigios hoy».
II
Por misteriosos parajes
cruzan india y español:
él, vendadas las pupilas,
ella, radiante de amor.
«¡Caiga ya la inútil venda!»
«¿Es verdad o es ilusión?
¿Miro y veo con mis ojos,
o, tal vez, soñando estoy?
»¡Oro y oro! Nunca, nunca
la quimérica ambición,
en sus sueños imposibles,
forjó riqueza mayor.
»Oh, mi Amada, los colosos
de oro puro ¿quiénes son?»
—«Son los Incas, los Monarcas
del vasto imperio del Sol».
—«¡Todo mío, todo mío!»
Dice; y, fuera de razón,
riendo a par que llorando
besa el oro el español.
III
De una cueva los amantes
surgen, asidos los dos:
el, vendadas las pupilas,
ella, radiante de amor.
Enloquecido, alelado,
creyendo todo visión,
ya la venda de sus ojos
se arrebata el español.
—«Insensato, di ¿qué hiciste?»
—«Ver la entrada, ¡voto a bríos!»
—«Pierdes mi amor, oh perjuro».
—«Quiero el oro, no tu amor».
—«¡Oro no, la muerte!» exclama
la india, ciega de furor,
y un puñal agudo clava
en el pecho al español.
Manuel González Prada