EL PUENTE DE APURÍMAC
I
Mueve guerra Mayta-Cápac
a los hijos de los bosques,
y apercibe a los combates
los plebeyos y los nobles.
Deja el Cuzco; y, a su paso
abre trochas en los bosques,
calza ciénagas y abismos,
aplana cimas de montes.
Vencedor, jamás vencido,
lleno de triunfos y honores,
llega el Rey al Apurímac,
sienta real a su borde.
II
A la orilla contrapuesta,
con aullidos y clamores,
en copiosa muchedumbre,
hierven los hijos del bosque.
—«¡Ay, si avanzas, Inca ciego!
El mural de nuestros Dioses,
el profundo y largo Río
dará tumba a tus legiones».
Dicen; y, al último rayo
del rojo Sol en los montes,
danzan, ríen y fulminan
emponzoñados arpones.
III
Junta el Inca en torno suyo
a curacas y señores;
y —«Empezad, —les dice, presto—
y cumplid al punto mi orden».
Animosos, confundidos,
príncipes, ricos y pobres,
todos sudan y trabajan,
todos velan en la noche.
Al disiparse las sombras,
al arder el horizonte,
ya un ancho puente de mimbres
tiende sus brazos disformes.
IV
Mudas, absortas, las Tribus
arcos y flechas deponen,
y a los pies de Mayta-Cápac,
van con súplicas y dones.
La matrona y la doncella,
el grave anciano y el joven,
todos juran vasallaje,
todos murmuran a voces:
—«Mayta-Cápac, tuyos somos
nada, nada se te opone.
quien humilla y doma el Río,
¿Qué no hiciera con los hombres?»
Manuel González Prada