RITMO SIN RIMA
I
Feroces vándalos de Siria
el templo arrasan y el icono:
¿sus dioses? el miedo, las sombras y la muerte;
¿sus odios? el arte, la vida y el placer.
El trébol místico profana
al mirto griego y al acanto,
la jónica gracia maldice de los hombres,
y cubre al Eurotas el limo del Jordán.
No más las blancas teorías
de hermosas vírgenes helenas;
en danzas macabras, ululan y desbordan
selváticos brutos de rígida virtud.
¡Adiós, olímpicos festines!
¡Adiós, terrestres alegrías!
Cual niebla del polo, cual fúnebre mortaja,
envuelve a los pueblos la noche de Israel.
II
En danzas macabras, ululan y hormiguean
selváticos brutos de rígida virtud.
Restaura, oh santo Paganismo,
las secas fuentes de la vida;
desciende a los hombres, oh espíritu fecundo
de Homero y Esquilo, de Fidias y Platón.
Resurja el ritmo de la forma,
reviva el culto de lo bello:
no cunda en las venas la mística neuosis,
ni atrofie las almas el tedio de vivir.
En ancha copa, devoremos
las mieles áticas del goce:
nos dan a porfía, sus rosas los jardines,
sus llamas los astros, sus besos la mujer.
Al muerto, sombras y reposo;
al vivo, luces y combates.
un ¡Gloria a la vida! retumbe por los mundos;
alegres vivamos, en plétora de luz.
Manuel González Prada