ROMANCE
No arrastres, oh poeta,
la púrpura de tu alma
en el lodo y las miserias
de las calles y las plazas:
no des tu noble corazón de pasto
al insaciable pico de los grajos.
Respira el sano viento
de cimas invioladas,
y en olímpico silencio,
ve pasar a la distancia,
como un torrente de ponzoña y fango,
el escuadrón siniestro de los malos.
Si al polvo de los hombres
desciendes, si batallas,
que tus versos sean golpes
de flamígeras espadas;
no hagas papel de justo y mercenario:
lengua de apóstol, sangre de lacayo.
Manuel González Prada