ELEGÍA
De Tíbulo
¡Bendición! ¡bendición! a mis acentos
Callad, honrando el natalicio día;
Cuantos cercáis el ara estadrne atentos.
Arda el incienso, quémese a porfía
Los aromas que el árabe enervado
De sus fértiles términos envía.
El genio mismo venga de buen grado
A recibir adoración ferviente
De süaves guirnaldas coronado.
De consagrados panes le apaciente,
Abrévese de vino en largo riego,
Nardo puro, destile de su frente.
Plácido venga y favorable al ruego...
¡Viene! ¿Qué más, Cerinto, dudas? ¡Ea!
Concede él lo que pidas: ¡pide luego!
"Que la fe de tu esposa firme sea"
Adiviné tu anhelo. Aun no profieres
El voto, y ya tu pecho el dios sondea.
El te ha oído, sabe él que no prefieres
Al bien que te cautiva y enamora
Ni campos, cuantos dan tributo a Ceres.
Ni perlas, cuantas pule y atesora,
Del indo afortunada convecina,
La mar que al sol naciente se colora.
¿Ves? Con trémulas alas se avecina
Trayendo amor a los amantes cuellos
La cadena nupcial: tú el cuello inclína.
Lazos que firmes siempre y siempre bellos
Habrán de ser mientras vejez rugosa
Tarde llega a argentar vuestros cabellos.
Entonces esta fiesta venturosa
Volverá aún; cuando seáis abuelos
Ufanos os verá de prole hermosa,
Jugando a vuestros pies Ios nietezuelos.
Miguel Antonio Caro