HORA XIV
No sólo habla la voz. Cuando sereno
Tiende la tarde en derredor su manto,
Si a tu piano de ilusiones lleno
Le haces hablar en su lenguaje santo,
¿No percibes que bullen en su seno.
Los apagados ecos de mi canto?
O si apoyada estás a tu ventana,
¿Cerca no ves alguna sombra vana?
Esa es mi alma, soy yo, que la preciada
Plácida esencia de tu seno aspiro;
Mudamente a tu lánguida mirada
Responde entrecortado mi suspiro.
Corno el aire y el agua en la enramada,
Como dos nubes van en sesgo giro,
Como dos aves en errante vuelo,
Van nuestras almas por el mismo cielo.
¿No es verdad? Suspendiendo tus labores,
Fija la vista en la extensión vacía,
Por esferas tal vez vuelas mejores
Llena de virginal melancolía:
Ignorantes de místícos amores,
Sin sospechar que entre ellas eres mía,
Tu silenciosa, inmóvil faz notando,
Tus hermanas dirán: "¿qué estás pensando?"
Naturaleza toda se conjura
Para unir en su encanto a los que aman:
La bullidora fuente que murmura,
Las aves que en el árbol se reclaman:
Nos hablan con acentos de ternura
Los mares mismos que interpuestos braman:
Todo lo anima nuestro amante anhelo,
Naturaleza toda es nuestro cielo.
y cuando, oculto el sol en occidente,
La inmensa creación parece muerta,
Di ¿de ese corazón, Cintia, inocente,
No has sentido que yo llamo a la puerta?
¿No te sucede involuntariamente
Que, cerrados los ojos, una incierta
Imagen dibujarse ves delante?
Esa mi imagen es; ese es tu amante.
¡Y yo sin ti! ¡de ti tan separado,
Y siempre con tu amor el alma inquieta!
Yo vivo de la dama en el teclado,
Tú en la cítara vives del poeta.
El destino me aparta de tu lado,
Mas al tuyo mi espíritu sujeta;
Querrá que nuestro eterno sentimiento
No lo empañe la tierra con su aliento!
Miguel Antonio Caro