SIN EMBARGO
Sin embargo, las leyes los persiguen,
y son ellos las leyes;
la sanidad los busca como piojos,
busca en sus manos limpias el delito,
busca sus pies lavados con su llanto;
la espada busca débiles, no delincuentes...
Ellos
no pueden esconderse, son demasiado pobres,
ni siquiera, los dejan emborracharse ocultos
detrás de un beso triste...
Los políticos les hablan enjabonando
su discurso;
los médicos recetan sin ver sus recetados...
Y todavía más:
los abogados no les cobran,
pero mejor que no los defendieran...
Señores con reloj, lujos del día,
casi ya es tarde, pero aún es tiempo...
Ellos están ahí... Sus harapos conversan...
Sobre su dignidad están sentados.
Manuel del Cabral