EL MUCHACHO MATADO EN LA FARMACIA
El idioma llegó, dio cuatro voces,
miró al muchácho con sus quince años;
y,
después de balbucear en castellano,
el muchacho entendió, le dio aspirina,
luego el soldado,
caprichoso,
dudoso,
negativo,
libertino y cobarde,
en inglés preguntó
¿y esto es veneno?
Y la sonrisa del muchacho fue
el papelito de su defunción:
una bala en silencio escandaloso
entró borracha al cuerpo del nativo,
que se quedó dormido
como cuando se iba
de vacaciones para ver la novia.
Luego,
un cable del Pentágono diciendo:
«hay que juzgarlo»,
hay que decirle al mundo
que tenemos Justicia...
Sin embargo,
yo sé que el asesino está tranquilo;
todas las noches
lo ven entrar al cine, y el domingo
les cuenta su aventura a los vecinos.
Mientras tanto, deja tu bicicleta, deja de usarla.
Duerme.
Ya sé que estás inquieto debajo de la tierra,
pero no te preocupes pequeño boticario,
que ya tú tendrás tiempo para cobrar tu sueño...
Nadie se pone viejo cuando espera dormido.
Manuel del Cabral