MI TRANSITORIA AMANTE: LA NADA
El sexo de mi padre me escupió sin permiso,
por su ilustre saliva resbalo todavía...
Pero antes...
antes que el viaje inmóvil de mi feto
concentrara horizontes en el vientre,
dormí contigo oculto, concubina del tiempo,
nada precipitada de líquidas delicias,
cuando aún no sabía que el océano era
una gota animal que se caía
mucho más que de un párpado, de un odio,
pero como una boca que está llena de besos
y en uno
los da todos...,
he juntado silencios en un sitio del pecho
y los solté en tu cuerpo, como los pescadores
cuando pescan carnívoros relámpagos
para de nuevo echarlos a las profundidades.
Sin embargo,
yo siempre,
yo mismo,
parecido a los dedos buscadores de piojos,
te busco como algo que hace tiempo molesta
Pero ahora...
Mientras te husmea el número que piensa,
mientras de noche inquietas al instinto,
yo te cuento los años en mi carne;
tu profunda estatura va en mi metro de huesos,
tu silencio en mi cuerpo tiene un ruido de hambres,
tu espacio no se mide si tu espacio es mi grito,
y quien toque mi frente tocará lejanías,
tocará tu distancia...
Pero,
sabemos que, además,
cuando el cuchillo busca caminos en la carne
como si persiguiera conversar con tu origen,
hay también un después que en tu hueso es un antes...
En tu hueso que es mío,
cuando a mi cráneo con amor le digo
Sitio de mis abismos, ¿dónde tienes
lo que abarca profundas lejanías
¿Dónde está lo que encierras si está libre?
¿Para qué entonces tú, si él es espacio?
Tus paredes están llenas de tiempo.
Puedo medir tu piedra y tu existencia.
Comprendo que también a cada instante
te doy un poco de lo que sucede
en un rincón cualquiera de mi cuerpo.
Comprendo
que mi novia está en ti cuando yo estoy sin ella.
Comprendo
que de repente aquello que te llena
de monedas de astros tu alcancía,
también se va por el calor de un seno
y se queda de reo entre dos besos
o se adelgaza como una mano fina
que acaricia las cosas que yo tocar no puedo.
Lo comprendo...
Sé bien que piedra tú no eres a veces,
que tú a ratos
tienes mucho de mí...
mucho de aquello...
Basta con que tú seas mi distancia,
si tú estás en el pan que no me dieron
y en el beso caníbal
que nos da la mirada cuando ama.
Pero cráneo,
tú que eres
hoy la piedra mayor del esqueleto,
la más alta del bípedo arquitecto,
la más civilizada de las piedras...
la más honda de nuestra arquitectura...,
eres también
la más vieja de todas las cavernas...
Sí, hermano,
tú fuiste la primera,
la primera guarida... ¿me comprendes?...
Sin embargo,
no hace mucho tiempo...
hoy,
ahora...
sale de tu caverna el pensamiento
como hace muchos siglos que salía...
El hombre lo vistió de caballero,
le puso togas y le dio palabras...
Pero es inútil, sí, lujo lo manso.
Tu más viejo inquilino, cuando sale,
sale de tu caverna con más dientes...
Es el mismo, ¿lo ves?, tu primer huésped
que sale como ayer de tu guarida
armado de cariño y luz felina.
Manuel del Cabral