PANTERAS
Afuera, como perros con su hueso,
cien panteras lamían su esperanza esperándonos.
Encerrados estábamos tres hombres;
nos tocamos los tres el apellido,
nos pesamos el odio en cada ojo,
nos tocamos también los pantalones,
para saber si allí estaban tres hombres,
para saber si estaba
entre cuatro paredes
la muchedumbre de tres hombres tristes,
mojándonos a veces el futuro
con un agua de instinto corporal.
De pronto, una de las panteras
entró para mirarme, nosotros
también la contemplamos, su hermosura
era la del abismo iluminado,
pero volvió a salir, no tenía hambre...
Nos paramos de súbito para ver los felinos,
ellos iban ya lejos, no pudimos ya verlos.
Nosotros
comenzamos entonces a mirarnos,
a registrarnos con el olfato, con los ojos;
nos fuimos al espejo para ver nuestras caras,
y en el espejo vimos tres panteras
en vez de nuestros rostros.
Yo me puse a escribir para calmarme.
Manuel del Cabral