HUÉSPED PRIMERO
Los ríos todavía no robaban paisajes,
aún andaban tibios por las venas de Dios,
y todos los caminos comenzaban apenas
a dibujarse en las arrugas de su frente;
la espuma de los peces meditaba, ya inédita,
en los bucles del amo;
el huracán era aquello que sólo
fugaba en una débil visita de fragancia
cada vez que movía su labio el gran anciano.
Fue así como saliste para que la mañana
no asustara a las bestias primeras de la tierra.
Manuel del Cabral