BAJO EL ARCO NOCTURNO
La lumbre del lucero que el árabe adorara
enciende en oro ebúrneo los palos del Navío;
quémase Aldebarán en su fanal sombrío
y Betelguese erige su antorcha leve y clara.
La Espiga mueve al soplo del empíreo su vara
de luz; en vuelo rútilo por el cielo de estío
cruza el Cuervo, y ceñida de cárdeno atavío
la sanguinaria Antares su ofrenda nos depara.
La Cruz del Sur levanta sus brazos sobre el monte
y la amorosa llama de Venus desmadeja
su copo en la asombrada mudez del horizonte.
El hombre cifra el ansia del piélago profundo,
y al par que su ojo ausente la inmensidad refleja,
acorda en salmos místicos el éxtasis del mundo.
Mario Carvajal