SONETO XL
Mi corazón arrastra, melancólico, el carro
de las horas con hondo ritmo de vida y muerte;
y en el oscuro seno de cada una vierte
sus sueños el espíritu; la materia su barro.
Como náufrago al leño fugitivo, me agarro
al minuto incesante que cabalga la suerte:
y así soy en el viento nube dócil e inerte
y en las ondas errantes inseguro guijarro.
La inquietud que en sí misma busca a Dios me redime
del tedio metafísico que a través de las gentes
en la amarga sentencia salomónica gime.
Sólo en Él, cifra y clave, fulge el signo profundo
que en el límite arcano de los días dolientes
define el laberinto misterioso del mundo.
Mario Carvajal