HELENA
A Carlos Guido y Spano
En su rítmica marcha cadenciosa
Va confiando a los vientos su amargura,
Cuando la estrella vesperal fulgura
Del Taigeto en la cumbre silenciosa.
Hay en su egregia majestad de diosa
El fatídico don de la hermosura,
Del Pentélico mármol la blancura
En su pálida frente luminosa.
Lucen sus formas amplias y serenas,
La grácil curva y el contorno puro
De las antiguas ánforas de Atenas;
Y, como nimbo de cambiantes raros,
Las crespas ondas del cabello obscuro
Caen sobre el torso de viviente Paros
Leopoldo Díaz