EL TESTIMONIO
Te lo he contado todo ya. En el tiempo
y la esperanza, todo te lo he dicho
y hemos mirado, mientras nos mirábamos,
cómo hasta aquí llegó el agua del río.
Te he explicado que estamos a la puerta
de una casa que tal vez no ha existido,
que hemos anclado hasta el cansancio, juntos,
la realidad hemos mirado, tú
y yo, como quien mira su destino,
y hemos logrado descubrir las cosas
libres de cortinajes y exorcismos.
Sabemos cómo son y, aunque nos duela,
ya no nos coge nada sorprendidos.
La vida es una azul muchacha que
se ve al espejo y en su cara hay siglos.
La crueldad tiene los ojos grises,
tiene el rencor los ojos amarillos,
el miedo tiene azules las pupilas
y la miseria de un pálido esquivo.
El dolor es un hombre que camina
y un perro que le clava su colmillo,
y la desesperanza una mujer
con un hueco en los brazos en vez de hijo.
La soledad es una niña que
nunca salió a la plaza los domingos,
y tú y yo somos soplo acongojado
del mundo en que nos toca ser testigos.
Leopoldo de Luis