PRIMERA DEDICATORIA
Sombra apenas de vida. Imperceptible aliento.
Sólo vago aleteo de mi amor o latido.
Susurro que arrebata un milagroso viento
del árbol de mi sangre triste y estremecido.
Hálito débil, sombra tan sólo adivinada
en la oscura penumbra lejana de la vida,
donde el milagro es carne virgen de la mirada
y el misterio es el alba de la entraña dormida.
Pálpito de mis pulsos más allá de mí mismo.
Eco de mis latidos y sombra de mis tactos.
Proyección de mi vida hacia un nuevo heroísmo
por rutas indecibles y caminos exactos.
Proyección de mi vida, hoy sólo dulce peso.
Sólo extraño vahído por la materna frente.
Estagnación del aire suspirado del beso.
Perennidad de un sueño que nace diariamente.
Remanso de mi esfuerzo. Calma de mi arrebato.
Sosiego de mi frente. Silencio de mi grito.
Te presiento en el aire mudo de mi retrato,
jalón de mi entusiasmo, de mis angustias hito.
Ella, en la luminosa penumbra de su sueño,
ya te da dulces nombres con que vestir la rosa,
la ternísima rosa de tu cuerpo pequeño
que hoy llena esa penumbra del sueño luminosa.
Yo, te veo en mi torno, intuyo tu presencia,
mas tu al lado suspiro a precisar no acierto.
Te adivino en el gesto de su leve indolencia,
dulcemente cansado, vagamente despierto.
Te adivino en la sombra cárdena que sus ojos
agranda y hermosea de un fulgor fugitivo.
En la breve caricia de sus vestidos flojos
bajo el delgado aliento recientemente vivo.
¿Eres más que ese triste fulgor de sus pupilas?
¿Más que esa desvelada ansia de su ternura?
Como una clara sombra de realidad te afilas
y entre los sobresaltos la emoción se apresura.
El río de mi vida se ahíla y se adelgaza
para ser esa dulce gota de tu existencia
que desde el silencioso recinto nos emplaza
por este emocionado periplo de impaciencia
¿Cómo verás las cosas desde ese mundo interno,
tan ignoto aunque dentro de toda cosa viva?
Desde ese silencioso recinto tibio y tierno
donde cobra la sangre su voluntad creativa.
¿Cómo llamarte ahora que eres sólo una sombra,
un suspiro de vida interna, imperceptible?
¿Cómo llamarte si eres lo que sólo se nombra
con íntimas palabras de lenguaje indecible?
Huella de amor en prados de escondida ternura,
en ocultos jardines donde empieza la vida.
Mi corazón vestido con su emoción más pura
—sombra, temblor o hijo— te da su bienvenida.
Leopoldo de Luis