EL PINTOR DESCUBIERTO
Don Gaspar de Quiroga, cardenal arzobispo
dispuso "que se pinte y se ponga en los muros
de la capilla de esta iglesia toledana
el milagro del santo caballero".
Corría el año mil quinientos
ochenta y ya Doménico bien afincado estaba
a esta orilla del Tajo, en galerías
del marqués de Villena.
Por Europa
Pascal y sus razones: ¿el corazón, la mente?
Al Sur, Córdoba acuna soledades:
¿plata, cristal, marfiles, nácar?
Músicas áureas, violetas
se oirán por el cuadro. Anaranjados
reflejos y una mística alegórica.
¿La luz será de Italia o de Castilla?
Tras el azul de prusia las mejillas ciánicas
nos dicen que la muerte les asiste.
Esqueletos vestidos donde asoman
amarillos espasmos de tristeza
y en la altura
piedra y hielo para un cielo difícil.
Trento encendió las lámparas de la contrarreforma
y el artista a la luz de sus pinceles
matiza un terciopelo de creencias
de cárdenas liturgias y tejidos violáceos.
Sombras azules, regias amarguras
en ásperos procesos, desabridos rechazos.
Un caballero lleva
enjusta mano al pecho ¿cómo una disciplina?
Rebelde en el pincel o el pensamiento (si rebeldía cambia)
pasa el pintor extraño, no extranjero.
Pesarosos poetas descubrirán jardines
viejos e inexistentes en paisajes vacíos
y el gris que de la tierra
sube a manos y rostros que predicen ceniza
sellará el contubernio de pintura y poesía.
Leopoldo de Luis