EL MÉDICO DE CESTONA ESCRIBE SOBRE LA VIDA
El médico del balneario de Cestona,
en el corazón de Guipúzcoa
entre Loyola y Zarauz
por donde Ignacio cojeara un día,
escribe narraciones en las cartillas de la iguala.
Son historias ásperas y brumosas
como playas tristes o brazadas de ortigas.
El carbonero, la trapera, la mujer de luto, el hogar pobre
enlazan sus modestas peripecias de llanto.
Seres oscuros, como el carbón,
desgarrados, como los trapos,
acuitados, como el luto,
desolados, como el hogar pobre.
También la España de 1900 se presentaba oscura, desgarrada, acuitada y pobre, en el hoyo de una guerra miserable.
El médico de Cestona logra una modesta edición de sus vidas sombrías.
Hombre humilde y errante, se acerca a vidas errantes y humildes.
—"Sólo vendí ochenta ejemplares".
Pero el corazón herido de España iba en cada ejemplar.
Por sus páginas van de la mano el dolor amargo y la ternura difícil.
El vagabundo y el aventurero.
La vida turbia e inútil
porque el mundo es ansí.
Del barrio de las Injurias
de los cementerios de Vallehermoso
al Madrid de primeros de siglo llegan los desheredados
y los muertos,
le cambian al médico la lanceta por la pluma anarquizante
y el nihilismo por el diagnóstico.
Por encima del hombro
miran los ojos inquisitivos de Federico Nietzsche.
(Un adolescente de 1930 lee en Castilla Las aventuras de Zalacaín).
La lucha por la vida sume nuestro destino.
Leopoldo de Luis