LA FRAGUA
Como el herrero contra el yunque, día
a día el duro material trabaja,
tomo el metal oscuro de estos versos,
la sonora hoja azul de estas palabras,
las saco al rojo de mi lumbre, templo
su hierro sumergiéndolo en el agua
de mis ojos y busco una vez y otra
conseguir un acero de esperanza.
Todos vosotros golpeáis conmigo
en la misma materia cotidiana,
sonáis en este yunque, o soy quien suena
en vuestro golpear cada mañana,
como el hierro común en que las manos
de todos su seguro temple salvan,
y mi voz es tan sólo como una
mínima estrella que en el aire salta.
Pequeña estrella roja, breve esquirla
de luz. Golpeo. Golpead. Un ascua
puede encender, quiere encender. Su brillo
sueño que sea una sonrisa humana;
no llegará a ser rayo de alegría
pero algo más será que inútil lágrima.
Chispa menuda que del hierro oscuro
nace de pronto estremecida y clara.
Nuestro metal batimos. Nuestro acero
templamos. En la terca noche flagran
como constelaciones diminutas,
astros fugaces, luminosas patrias,
siderales espumas que las olas
de los sueños libertan y levantan
desde el fondo del pecho, golpe a golpe
del corazón, esa pequeña fragua.
Leopoldo de Luis