ÁRBOL DEL PARAÍSO
No me dejes caer en la tentacion, Margarita,
apártame de tus dedos sabios como alfileres;
apártame de la cáscara de tu tronco con flores,
del caballo más dulce, apártame tú que puedes.
Líbrame de los viajes de miel al otro mundo
si debajo de un árbol el caballo me espera,
líbrame de los grafios de la montura blanca
de los lomos de nardo de la yegua canela.
Que no corran unidas la carrera preciosa,
la manzana del cielo y el puñal de la tierra.
No me dejes correr en tus canchas de flores,
que no pise tus hierbas fatales, Margarita,
en tus aguas ocultas que no derrame espumas,
en tus piedras azules que no levante chispas.
Desvíame de tus aguas —alcohol en racimo—
de las violentas aguas de tu amapola roja,
de la zarza envolvente y del surco en camino,
de la culebra de oro que en el árbol se enrosca.
Desvíame de la flecha de la curva y la línea,
y del alto y florido columpio de la hoja.
Eres árbol de leche, paraiso e higuera,
y estos fuegos alertas quieren quemar tu casa
explorar tus jardines y pisar en tus sedas,
Margarita levanta tu varilla de gracia
y defiéndeme del avance de la tenaz culebra.
Juvencio Valle