MISTERIOS DEL AMOR
I.
El ángel de mis ensueños,
La virgen que adora el alma,
Tiene los ojos azules,
Tiene las mejillas pálidas.
Y apenas tímida y pura
Asoma en Oriente el alba,
Bajo los sauces del río
Llega, suspira y me aguarda.
Mira impaciente hacia el bosque
Si gimen en él las auras;
Torna a mirar la ribera
Si en ella murmura el agua.
Y cuando mi voz de lejos
Siento que ansiosa la llama,
Fingiendo esquivez, los ojos
Como indiferente aparta.
II.
El encanto de mis ojos,
La virgen que adora el alma,
La de los blondos cabellos,
La de la sonrisa cándida;
Cuando en la siesta tranquila
El sol su fuego derrama,
Llega a la sombra apacible
Que dan al soto las palmas.
Con tierna inquietud escucha
Si gime el viento en las ramas;
Llena de amor se estremece
Si tiernas las aves cantan.
Y al sentir cerca mis pasos
Que por la loma resbalan,
El talle gentil reclina
Sobre la menuda grama;
Y fingiendo dulce sueño,
Que mal oculta sus ansias,
Vela el azul de sus ojos
Con los párpados de nácar.
III.
La dulce luz de mi vida,
La virgen que adora el alma,
Ciñe de rosas su frente,
Viste de amor sus palabras.
Apenas la tarde espira
Sobre las cumbres lejanas,
Al pie del álamo blanco
Llega, suspira y me aguarda.
Escucha, si el eco vago
Murmura voces extrañas;
Mira, si en la sombra inquieta
Dobla sus tallos la malva.
Y alzando al cielo los ojos,
Reza, suspira y aguarda;
Que su inquietud es de celos,
Y de amor es su esperanza.
Cada murmullo la agita,
Cada suspiro la calma;
Y con triste desaliento
Murmura al fin: «¡Cuánto tarda!»
Oculto yo entre los ramos
De las vecinas acacias,
Rompiendo el manto de hojas
Pongo término a sus ansias.
Al verme, la faz inclina,
Tiembla, quiere hablar, y calla;
Y de sus hermosos ojos
Brotan a un tiempo dos lágrimas.
Asoma entonces la luna,
Gime el céfiro en las aguas;
Y entre mis brazos sonríe
La virgen que adora el alma.
José Selgas y Carrasco