EL DUELO
El galán quedó tendido en el suelo de nieve, entre los árboles disecados por el invierno. Salía del baile de máscaras, animado de la pasión de los celos, a demandar un desagravio. Recibió en el pecho el aguda lámina de hierro.
La dama vestida de terciopelo azul, motivo de la discordia, presenció el curso y el desenlace del conflicto sangriento. Le atribuían en secreto uno de los apellidos más nobles de Francia.
El mágico de ropilla escarlata sostiene en sus brazos al moribundo y escucha las últimas palabras, enunciadas con la voz ansiosa y débil de un infante. Presta el auxilio de una ciencia difamada.
La mujer culpable se recoge en el palacio de exquisita arquitectura. Sus autores y fabricantes se habían inspirado en la fauna. Balbuce de miedo al considerar la noticia de una peste ensañada con las hermosas y criada en los puertos de Levante.
La dama sucumbe en la sala del piso de pórfido, al lado de su lebrel blanco. Ha divisado en la penumbra de los aposentos la figura mortal de Empous, una larva de ojos de envidia y cabeza de asno, repulsada por Mefistófeles.
José Antonio Ramos Sucre