LA VISITA
Los brujos del yermo se escondían a pasar los meses de la nieve en los senos del monte. Un rústico los sorprendió en el curso de un sopor y murió de extinguir con su aliento una lámpara de ónix, sobre una mesa de piedra, en la galería falaz.
Su hija, atenta a los signos de la lluvia, retiene en torno de sí los hermanos menores y los persuade con la amenaza del temporal. Interrumpe la urdimbre de un tejido, solaz de la espera, e imagina el caso de su progenitor. Distingue el acto imprudente y las consecuencias del humo funesto.
Las almas de los brujos insensibles recorren el vecindario en forma de gnomos y las preside Lucifer, vestido de gris.
La hija del rústico demanda el auxilio sobrenatural y lo retribuye de antemano, arrojando por la ventana y al espacio libre un ratón, presente de los supersticiosos a Lucifer.
Los hijos del rústico pierden el sentido al descubrir en su ventana, poco después, el semblante de un oso crepuscular.
José Antonio Ramos Sucre