ENCUENTRO EN CHO-FU-SA
Escucha, Guadalupe; escribo para ti de soslayo
esta imitación tomada de Pound
de Li Po tomada, venerando
al imitar, dado que mis
fuerzas (gracias a lo cual,
ahora, todo se sostiene)
flaquean: ya estamos
viejos; unos más que
otros, los tres,
concomitantes: tres
pirámides viejas, tres
barcas en la noche a
orinar; un río; Rapallo;
un reparto habanero roído
por onzas de carcoma
llamadas tiempo, las
onzas relojeras del
tiempo, aquí, allá en la
China, y entre la China
y aquí, Pound Pound,
péndulo y martillazos la
contera del tiempo: hace
falta el punto de la tinta
o de la mina del lápiz,
Guadalupe, para clamar
a tu figura vaciada desde
hace años de matriz pero
llena de frondas, de
receptáculo, oído vivo
de José: oye a Li Po
a Pound óyelos traquetear
palabras coordinadas,
perfección
por encima del tiempo:
ellos lo igualan.
Qué te digo (ven a esperarme) ellos lo deponen y continúan,
ya coronan: coronaron, y aquí se
cuenta cómo la joven esposa de
un mercader lamenta la ausencia
del amado (¿concibes, Guadalupe,
tú que concibes, tales aguamieles?):
era una niña, se hizo casadera,
conoció líbanos, cántaros de leche
(ella tuvo que imaginar tras el
conocimiento de amor cosas de
libros ajenos, cosas muy verdaderas
a la imaginación, digamos, de
sensibles doncellas de pronto
seducidas, a todos los efectos, por
la palma de una mano que
tranquiliza) recuerda: jugueteaban,
y acostumbrados desde niños
(según nos cuentan los poetas) a
ofrecerse corolas ramilletes y
esplendores amarillos que el
Emperador en su aislamiento
desconoce, a partir de los dieciséis
años de la amada (tú, a los dieciocho)
fueron ambos esplendor amarillo,
viva naturaleza reducida a un
momento de cuatro piernas
entrecruzadas (recuerda) en tijereta
de amor, y fueron solaz sin
interpretación posible: innecesaria;
otra cosa mediaba. Él marchó, ella
quedó a la espera (tú, esperarás) y
en la somnolencia de la espera dijo
al oído de Li Po unas palabras
recogidas por Pound (aquí
transcritas): en ellas, Guadalupe,
se te menciona a la espera
de un reencuentro; y
de su particular geografía
(porvenir) te escribe José
estas palabras: toma entre
tus manos, por ejemplo,
La Belle Dame sans
Merci, toma asimismo
She Walks in Beauty y
(fair is fair) coge entre
tus manos a Marlowe (The
Passionate Shepherd to
His Love): échate a andar,
nada temas, estás guiada:
una isla, verdor (hazte
idea) azules y carmelitas
inenarrables (esto lo digo
por ti, ya que amaste más
que nadie a la palabra
carmelita) (santificada;
santificada) adéntrate;
atraviesa umbrales; la
oscuridad es luz, y deja
a un lado esa ciencia de
aire que dijera Elifaz
guiando a Job, Virgilio
a Job, Teresa o Juan o
Keats el jovencísimo a
Job; llamemos por un
instante a Lezama al
servicio de otro poeta
llamado Julián: todos
te servirán, guían todos,
todos llaman, dejaré yo
entonces de clamar:
allégate. A Sadday no
le han sido ocultados
los tiempos del esplendor; del
esplendor irreversible del
tiempo (mira) flor
de ciruelo (está en el
poema: Pound, Li Po):
sigue al paso el trazado
de su sombra, llegarás
a una cima (las pobres
tierras llanas apenas
simbolizan): contempla;
una ciudad; un joven de
veintiséis años, posible
mercader casadero subirá
por deltas y contracorrientes
rumbo a poblaciones
extrañas a negociar
el asunto interminable
de todos los días (morir):
ahora está varado el joven
(tiene dieciséis años,
somos tú); su piel cuajada
de manchas arteriolas
las ramificaciones y
endurecimientos es
carne a la diestra de
una Perfección: mírala.
Sólo, mírala. Adéntrate,
hálito. En ti, Guadalupe,
reconfortar es natural.
Imprímele a quien esperas
entre dos orillas dos soplos,
un poco de figura y hálito,
imprímele otro poco de
tu diestra figura (naturaleza)
nárrale para oírlo, háblale
para escucharlo, y de él
(José) vendrá otra vez
(Pound) la lluvia (Li Po):
no estamos tú y yo
dispersos. Es aquí; aquí:
el sitio tiene nombre como
nombre innombrable tiene
tu naturaleza: le pondremos
endecha (qué más da); bien
sabemos que es para salir
del paso, sal a mi paso,
que llueve fino (llueve
bien) y las florestas de
la palabra se han hinchado.
José Kozer