ODA XXXVIII
DE LOS EMPLEOS
¿Por qué en ocio y olvido
Vivo humilde en mi aldea,
Demandáis impacientes;
Y aun culpáis mi pereza?
Porque, amigos, los cargos,
Mientras son de más cuenta,
Más escollos ofrecen,
Más cuidados engendran:
Y abrumado y sumido
En zozobras y velas,
Para sí nada vive
Quien iluso los lleva.
Blanco triste a la envidia
Que en herirle se ceba,
Sus aciertos apoca,
Sus deslizes aumenta.
Si a su sombra pudiese
Yo la odiosa carrera
Detener de los años,
Que tan rápidos vuelan:
Si una cana, una ruga
En mi frente, o cabeza
Esquivar bajo el solio
De la rígida Astrea:
A mi fe que no huiría
De cobarde la empresa,
De trepar por sus gradas
Do más alto se asienta.
Y a mi rostro apropiando
Su genial aspereza,
De la lúgubre toga
Mis espaldas cubriera.
Mas si entonces ahogado,
Y cual siervo en cadena,
Para el canto y la lira
Ni un instante tuviera:
Ni uno libre que darles
Ni a mi blanda terneza,
Ni a los dulces amigos,
Ni al placer y las bellas.
Tropezando en las sombras
De embrolladas sentencias,
Que afirmándolo todo
Nada claro presentan.
Allá vayan los cargos,
Que más gratas me suenan
Que los gritos del foro
De Anacreón las letras.
Y mejor los avisos
De la sabia Minerva,
Que las viles falsías
Que la corte alimenta;
Trasponiendo a su ocaso
Así en paz mi inocencia
Entre Baco y las Musas,
Y el rapaz de Citera.
Juan Meléndez Valdés