¡Aquel sosiego!
¡Aquel sosiego! ¡Todo sin premura
y libre en sus quietudes del cuidado
y del afán; el cuerpo bien hallado
y el alma, ya radiante de ventura,
suspensa en sí y meciéndose en la altura
de un momento de gloria bien logrado!
Así viví ese instante, ya pasado,
que me prendió en la luz de su hermosura.
¡Aquel sosiego! Un punto que fulgura
en mi existir brumoso y abrumado.
Lo demás es delirio, calentura,
dolor, fatiga, amor, horror, forzado
contender, y este huelgo, sin holgura,
con que respiro el aire que he aspirado.
Juan José Domenchina