EL DESENLACE
Por una tarde de mi ayer, dorada,
de luz caliente y de tostada arena,
me voy. Y vuelvo a ser hombre sin pena,
y no vida a remolque y abrumada.
Esta tarde es el fin de mi jornada
—harto lo sé—, y el aire se me llena
de luz. Llevo mi muerte con serena
unción sobre la carne sosegada.
Libre del todo estoy, porque ya nada
al mundo de los hombres me encadena.
Y lo único que tengo, la mirada
lúcida, de mis ojos se enajena.
Por una tarde fiel, resucitada
para mí muerte, en fin, me voy sin pena...
Juan José Domenchina