RETRATO DE UN DESCONOCIDO
Tuvo unas barbas húmedas, marinas,
y pálida y desnuda era la frente.
Adorador del fuego del poniente
entre las piedras de las propias ruinas...
Viajero en alas de las golondrinas
se desnudó a la luz resplandeciente.
Desnudo —nuevamente adolescente—
con el dolor jugó a las cuatro esquinas.
La carne está en su ocaso. Queda el gesto.
Es la luz su mejor libro de texto
y reza, rosa a rosa, su rosario.
Ama las horas porque borran huellas
en la serenidad, y en las estrellas
estudia su futuro itinerario.
José Hierro