LVII
Llevas lumbre purísima en el alma;
yo, sombras en mi espíritu desierto;
tú, de los lagos la apacible calma;
yo, la calma espantosa del Mar Muerto.
Por eso, niña, cuando canto a solas
en el silencio de mis noches largas,
mis rimas son como las turbias olas
de aquel mar: ¡melancólicas y amargas!
Julio Flórez