SOMBRA BLANCA
Las perlas te dieron la cándida albura que esplende en tu frente y tus manos;
los rojos rubíes te dieron la sangre que tiñe tu boca inviolada:
Aurora, la rubia, la maga de oriente, robó a los celajes lejanos
el tinte que baña tu fresca mejilla de oscuros hoyuelos sembrada.
La noche y la sombra tejieron las redes que cubren tu altiva cabeza,
invierno sus nieves cuajó entre las hojas de fuego que cierran tu boca;
y el sol, ese heraldo y Señor de la vida, queriendo aumentar tu belleza,
bañó en claridades eternas y vivas tus ojos quemantes de loca.
Tu voz es murmullo de fuente, y es eco sonoro de música extraña;
tu pie diminuto deslízase y roza cuando andas, apenas el suelo;
tu talle flexible y esbelto se mece y se dobla cual trémula caña
que empuja la brisa con soplo apacible, cuando alza en los campos el vuelo.
¡Oh! dime, ¿quién eres? ¿Acaso un ensueño? ¿Mis ojos no se han engañado?
¿Te he visto? ¿Te veo? Me atraes y a veces también me intimidas;
responde... ¿eres solo quimera o visión de mi loco cerebro ofuscado?
Y si eres un ángel, ¿por qué, dime, llevas las alas por siempre escondidas?
Julio Flórez