SINFONETO A LA NOCHE
Laberinto de duelo y de negrura
por quien a veces canto, a veces lloro.
Eclipse de alegría y de ventura.
Granada inmensa de azabache y oro.
Maldigo, y después tiemblo de pavura;
niego, y más tarde me arrepiento y oro...
Noche, cuyo silencio es la más pura
orquestación. En ti vibran en coro
la piedra, el ángel, la mortal criatura.
Pañuelo en que me enjugo cuando lloro.
Ante ti, amiga y enemiga oscura,
me inclino. ¡Oh noche negra, yo te adoro!
Tú bien conoces mi dolor; conoces
las recónditas causas de mi llanto:
Eres testigo fiel de todas ellas.
Y, pues fueron efímeros mis goces
y cierto el manantial de mi quebranto,
ya que en el corazón llevo tus huellas,
conviérteme en un eco de tus voces,
en un jirón de tu negruzco manto
o en una de tus pálidas estrellas.
Julio Flórez