LA GUERRA
Desbocado partió por entre el monte
el huracán —corcel de la borrasca—
llevando hacia el confín del horizonte
un denso remolino de hojarasca.
La lluvia torrencial arrasó el campo
y bramo el mar y desbordóse el río,
y la centella con su rojo lampo
como un puñal atravesó el vacío.
Y la noche llegó —fosca y profunda
como el dolor sin esperanza— ¡Oh, Guerra
ciclón humano, tu explosión rotunda,
más que el fragor de la borrasca aterra,
pues la borrasca, al destellar, no inunda
de sangre y llanto, como tú, la tierra!...
Julio Flórez