VI
Y, como no sabes lo que es miedo,
sordo al prejuicio y ciego ante la traba,
confiado en la razón y en tu denuedo
te lanzaste en la lid sangrienta y brava.
Y —héroe sin par por tu sublime arrojo—
la Muerte huyó de tu presencia, esquiva,
pues en tu mano de estandarte rojo
quedó más rojo aún y hecho una criba.
Tres años de fatigas y batallas
en el peligro viéronte impasible.
¿Por qué, pues, no triunfaste? ¡Tú, te callas!
Que respondan por ti mis labios trémulos:
—porque hubo un enemigo más terrible
que el que saliste a combatir: ¡Tus émulos!
Julio Flórez