LIV
Por los morados círculos
de tus hondas ojeras,
resbalaron dos lágrimas...
las últimas dos gotas prisioneras.
Con ademán olímpico
sacudió la cabeza,
en tanto que el crepúsculo
desleía en la sombra su tristeza.
Y en un momento trágico,
sin rumor, sin alarde,
se fue su noble espíritu
con la luz amarilla de la tarde.
Julio Flórez