SUEÑO DORADO
Veo como a través de un esmeralda
gigantesca, el confín del horizonte:
allá, un risco y después, de un alto monte
una casita entre la verde falda.
Y pienso —con el alma estremecida—
¡Cuán feliz fuera yo, tú, cuán dichosa,
si en aquella casita silenciosa,
pudiéramos vivir... toda la vida!
Julio Flórez