DULCE VENENO
Luego me dijo: «Aun cuando mi alma anhele
la virtud y odie la maldad y el vicio,
ya ves, mi triste corazón se duele,
al contemplar el hondo precipicio
a donde el Hado sin cesar me impele.
»Con mi carga de amor y desconsuelo
voy a un próximo fin, paso entre paso,
rueda mi llanto hasta mojar el suelo
y miro dulcemente hacia mi ocaso
al ver la muda impavidez del cielo.
»¡Ah, si acortar pudiera la jornada!
¡Es tan dura y tan grande mi fatiga,
mi senda tan oscura y desolada,
que quisiera morir!... Hoy nada, nada
fuera de ti, mi desazón mitiga.
»Y yo te estoy matando. ¡Oh sí! Mis besos
te envenenan... en largo paroxismo
quedas tras tus eróticos excesos;
cuando en mi boca están tus labios presos,
tu boca está en la boca de un abismo».
Yo exclamé: «¿Morir quieres? En el seno
tú, mi cabeza, al expirar, coloca;
y después, si es verdad que es un veneno
de tu boca la miel, yo también peno,
mátame con la miel que hay en tu boca».
Colgose entonces de mi cuello, hermosa,
transfigurada y, llena de ternura,
puso en mi labio el suyo, hecho de rosa
y en una tregua larga y silenciosa
lloramos de dolor... y de ventura.
Julio Flórez