DE CABEZA
Va cayendo, cayendo en el abismo
de la noche sin fin, el ángel reo;
del espacio profundo en el mutismo
se escucha su satánico aleteo.
Nada detiene al trágico querube
en su descenso del eterno día;
¡nada!... ¡nada!... ¡ni un astro, ni una nube!
¡Sola siempre la bóveda vacía!
Los siglos, al pasar, y los milenios
secaron en su mente el fuego sacro;
mas, lleva de su cráneo entre los senos,
de su vil rebelión, el simulacro.
Por eso, al traspasar los universos,
como agitado por feroz instinto,
con el torvo mirar de los perversos,
torna los ojos al edén extinto.
Y amenaza los cielos y los mundos
su recia mano que la rabia crispa,
y salta de sus ojos furibundos
del odio insano, la incendiaria chispa.
¡Mas, nada altera su caída, nada!
¡Y en medio de la sombra, el gran proscrito,
con la cabeza formidable, horada
la silenciosa paz del infinito!
Julio Flórez