CXVIII
En mis sueños acercas tu semblante
a mi rostro, y me dices dulces cosas
con tu más dulce acento...
Acento susurrante
como un vuelo de alegres mariposas.
Y respiro tu aliento,
tu aliento puro como el aura errante
que ha besado, al pasar, miles de rosas...
y entonces ¡ay... desfallecer me siento!
¡En mi embriaguez fantástica imagino
que la felicidad su vuelo para,
por fin, en el erial de mi camino,
y que un soplo divino
perfuma las arrugas de mi cara!
¡Y, de aquella embriaguez en el exceso,
se recogen mis labios como para
darte el más rojo y crepitante beso!
Los ojos abro... y todo lo adivino:
¡Se disipa el aroma en que me inundas,
huyen tus frases tiernas,
y aparece de nuevo mi camino,
con sus sombras profundas
y sus nieves inmóviles y eternas!
Julio Flórez