CXVII
Pasa la ola amarilla
del revuelto Magdalena,
y gime y lame la orilla
de blanda y menuda arena.
Ya se detiene, ya huye
sin recelo, sin temor;
aquí una rama destruye,
allá... deshoja una flor.
Pero en su larga carrera
nunca llega a imaginar,
que otra ola azul la espera:
la ola amarga del mar.
Nuestros hados, niña loca,
como aquellas olas son:
yo hallé néctar en tu boca...
tú, hiel en mi corazón.
Julio Flórez