CXIV
—¿Por qué te pones pálido?—me dijo,
cuando de mi constancia el juramento
hice vibrar; y con el rostro fijo
en mi semblante, continuó: —Te exijo
por Dios, que me respondas al momento.
—Es que una sombra en mi interior despierta—
la respondí, con voz entrecortada.
(Me acordé de una muerta
a quien juré también... y hoy, sola y yerta,
duerme bajo unas zarzas... ¡olvidada!)
Julio Flórez