IV
Entre las rampas de la mole andina,
como un anciano, el cerro se encapota;
y en las planicies desoladas brota
esparto indócil o menuda espina.
Por donde el zorro escuálido trajina,
lluvioso cierzo la intemperie azota;
y en los lanudos frailejones flota,
como harapos dispersos, la neblina.
De noche, a los helados ventisqueros
bajan tímidos grupos de luceros:
se enciende una dorada perspectiva;
y en la mañana, desde el monte erguido,
estremeciendo el páramo aterido,
sube hacia el sol un águila nativa.
José Eustasio Rivera