III
Mágicas luces el ocaso presta
al ventisquero de bruñida albura;
y junto al sol, que en el cristal fulgura,
arbola un ciervo su enramada testa.
Al yerto soplo de la cumbre enhiesta
arisco frunce la nariz oscura;
y en su relieve escultural perdura
un lampo róseo de la brava cuesta.
Súbito, en medio del granate vivo,
infla su cuello, bramador y altivo;
con ágil casco las neveras hiende,
y sobre el bloque rutilante y cano,
como la zarza del Horeb, se enciende
su cornamenta en el fulgor lejano.
José Eustasio Rivera