IDILIO
Con aire de fatiga entraba el mar
en el desfiladero.
El viento helado
arrasaba la nieve de las montañas.
Y tú
parecías un brote de primavera,
anticipo
de la vida bullente bajo los hielos,
calor
para la tierra muerta,
cauterio
de su corteza ensangrentada.
Me enseñaste los nombres de las aves,
la edad
de los pinos invulnerables,
la hora
en que suben y bajan las mareas.
En la diafanidad de la mañana
se borraban las penas,
la nostalgia
del extranjero,
el rumor
de guerras y desastres..
El mundo
volvía a ser un jardín
que repoblaban
los primeros fantasmas,
una página en blanco,
una vasija
en donde sólo cupo aquel instante.
El mar latía. En tus ojos
se anulaban los siglos,
la miseria
que llamamos historia,
el horror
que agazapa su insidia en el futuro.
Y el viento
era otra vez la libertad
(en vano
intentamos anclarlas en las banderas).
Como un tañido funerario entró
hasta el bosque un olor de muerte.
Las aguas
se mancharon de lodo y de veneno.
Los guardias
brotaron como surgen las tinieblas.
En nuestra incauta dicha merodeábamos
una fábrica atroz en que elaboran
defoliador y gas paralizante.
José Emilio Pacheco