LA ESTATUA DE FELIPE IV Y EL BUSTO DE DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA HABLAN DEL TEATRO REAL EN LAS SIGUIENTES DÉCIMAS
FELIPE IV
Álzase detrás de mí
Palacio que ilustra al dueño,
Donde mi alcázar pequeño
Se alzó mientras yo viví.
Un templo delante vi
A musa extranjera hacer:
Quién es codicio saber,
Y, en estatua, como vivo,
Del despacho fugitivo,
En busca voy del placer.
Ignoro qué ingenios son
Los que esa fachada muestra...
Mas no; que arriba, a mi diestra,
Descúbrese Calderón.
Dime tú, insigne varón,
Que en el curvo ático estás,
¿Qué drama, qué musa más
Nuevos en Madrid admiro,
Que allá en nuestro Buen Retiro
No penetraron jamás?
CALDERÓN
Apurar, señor, pretendo,
Ya que preguntáis así,
Lo que supe desde aquí,
Sólo callando y oyendo.
Y en verdad que no comprendo
Cómo entre duda afanosa,
Nueva y peregrina cosa
La ópera se os figuró,
Después de escribiros yo
La púrpura de la rosa.
Fábula cantada fue
Aquella célebre fiesta;
Fábula cantada es ésta,
Con arte mayor a fe.
Yo en mi romance canté;
Mas hoy de Oriente al Ocaso
Proclama el Dios del Parnaso,
En toda su monarquía,
Lengua de la melodía
La dulce lengua del Tasso.
Pero aunque lo diga el sol,
Y aunque yo me oponga solo,
Sostengo que el buen Apolo
No ha estudiado el español.
Más claro que su arrebol
Haré ver que excede acaso
El habla de Garcilaso
A todas en variedad,
En fuerza y en majestad...
Pero esto no viene al caso.
Ved un teatro, señor,
Donde el músico poema
Su poder junta y extrema
Y magnífico esplendor.
Aquí uno y otro cantor,
Coronados de laurel,
Símbolo glorioso y fiel
De triunfos bien adquiridos,
Hechizarán los oídos
De la corte de Isabel.
Coliseo de ancho foro
Y magnífica platea,
Do quier deslumbra y recrea
Con luz, mármol, seda y oro.
Será de Madrid decoro
Y digno del nombre Real.
Tendrá nuestra capital,
Más grande ya, rica y bella,
Un teatro único en ella,
Y en el mundo principal.
FELIPE IV
Con singular alegría
Tu relación escuché:
Por lo que a la escena honré,
Honra me dan todavía.
La española bizarría
Celebro, de levantar
Un templo donde hospedar
La musa extraña primero:
Bien sé yo que al forastero
Se debe el mejor lugar.
Mas, cuidado, que si pasa
A dominio el hospedaje,
Quizá en daño y en ultraje
Cederá de los de casa.
Aún de cólera me abrasa
La queja poco leal
De aquel Téllez infernal
Que dijo con necio engaño:
«Madrid halaga al extraño,
Y al hijo le trata mal.»
CALDERÓN
No temáis, señor, así;
A todo alcanza la mano
Donde el cetro castellano
Resplandece frente a mí.
Por algo me han puesto aquí:
El sol amanece ya,
Que artes, ciencias, cuanto da
Timbres a España y valor,
Con su rayo bienhechor
Vívido fecundará.
1850.
Juan Eugenio Hartzenbusch