LIED VII
Toqué la mesilla primorosa,
y el alma percibí de una rosa.
Era un móvil espíritu tierno
como el pesar de Silvia de invierno.
Y con toques de amantes dulzuras,
dijo tristes palabras obscuras.
Comprendí que, en su vida pasada,
fue tan linda como desdichada.
Y pregunté al espíritu rosa
si perdió su gentil mariposa.
Si, de envidia, lucierna amarilla,
despertóla con su lamparilla.
O, en un día de azul cristalino,
moscardón la besó purpurino.
Si ha llorado en la tarde bermeja:
¡me responde, tan sólo, una queja!
José María Eguren